RETO MODULO 2-
La historia ficticia de Carmen es muy conocida, pero no es más que una versión
romantizada de todo un colectivo el de “Las cigarreras de Sevilla”. Quiero
hablar de esa “Carmen” que no es un personaje sino una persona, cualquiera de
las cigarreras de la época, una de mis antepasadas pertenecía a ese colectivo,
Lola. Fueron el origen de las primeras SINDICALISTAS. Una mujer sola no es nada
sin su colectivo.
Las cigarreras comenzaron a trabajar en la fábrica de Sevilla
a partir de la Guerra de Independencia y permanecieron en ella el resto del
siglo XIX. En un primer momento eran los hombres los encargados de los trabajos
relacionados con el tabaco, tomando como pretexto para ello que se necesitaban
grandes y violentos esfuerzos para trabajar los fardos de tabaco. Hacia 1812,
cuando se reabrió la fábrica de Sevilla, empezaron a contratar mujeres al
percatarse de los óptimos resultados de éstas en otras fábricas, amén de ser una
mano de obra más barata.
La realidad de Lola y el resto de mujeres cigarreras
era menos sofisticada que la del personaje pero más interesante. Fueron ellas y
no los hombres las que terminaron siendo indispensables en las fábricas. El
trabajo de Lola y todas sus compañeras fue un trabajo muy apreciado y
solicitado, que pasaba de madres a hijas, pero también extremadamente duro: el
polvo, la nicotina y los efluvios que emanaban al liar el tabaco provocaban
muchas enfermedades respiratorias y oculares. Trabajar en las tabacaleras
tampoco era fácil por el calor a veces insoportable que en verano podía llegar a
alcanzar temperaturas extremas.
Lola y sus compañeras inauguraron el movimiento
obrero femenino en el Estado español desde una sororidad y un feminismo práctico
difícil de asumir en nuestros días, trabajadoras que eran un ejemplo de
solidaridad y lucha conjunta, caracterizándose por su fuerte presencia en las
huelga, maestras en generar fuerza colectiva y en no dejar nunca a ninguna
compañera atrás. Sus motines eran su seña de identidad, así como, la fuerza
conjunta que demostraban, derivada de las largas horas compartiendo el espacio
común en las fábricas. Algunas de estas mujeres rechazaron el matrimonio y se
convirtieron en las primeras en afiliarse a sindicatos y entidades republicanas.
Su autogestión fue fundamental para cubrir los derechos que, como mujeres, la
sociedad les negaba.
Una de sus aportaciones más potentes fue la creación de
Hermandades de Socorro Mutuo. A través de éstas y de la autogestión se impidió,
por ejemplo, el despido de las cigarreras mayores, creando talleres auxiliares a
los que pasaban a los 65 años para realizar labores ligeras. Trabajaban hasta su
muerte y sus propias compañeras sufragaban mediante colecta sus entierros.
Incluyeron las primeras guarderías en las fábricas. Muchas mecían a sus
hijos con los pies mientras liaban tabaco con las manos. También consiguieron
contar con escuelas y salas de lactancia dentro de las fábricas. En el espacio
laboral unas guisaban mientras otras limpiaban… En cada taller había varias
lectoras de noticias y entre todas abonaban el tiempo de trabajo perdido.
No creo equivocarme si asevero que fueron pioneras en conseguir la conciliación laboral al obtener ciertos
derechos de los que otras trabajadoras coetáneas no disfrutaban: la posibilidad
de flexibilidad horaria, el régimen a destajo o por objetivos y el empleo
hereditario les permitía compatibilizar su empleo con el cumplimiento de sus
obligaciones familiares y domésticas.
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